La imagen como narrativa compleja
Tradicionalmente, el mundo académico ha posicionado la escritura como el dispositivo privilegiado para la representación del conocimiento. Su carácter abstracto, analítico y la posibilidad de establecimiento de códigos universales para la comunicación, ha hecho que la escritura tenga mayor relevancia que la imagen (Serna, 2007). En el marco de una concepción la escritura, la representación de la realidad a través de la imagen pierde relevancia, por cuanto esta última, a diferencia del dispositivo escritural, es sintética y relacional; en tal sentido, su comprensión está atada a la vinculación de elementos del contexto (Silva, 2013).
No obstante, según Serna (2007), el lenguaje y, junto con este la escritura, también han sido concebidos como elementos mediadores para la representación de la realidad (Peirce, 1893) (Vygotsky, 1995), (Halliday, 1979); lo cual indica que al asumirse que la escritura funja como pretexto para la construcción de realidad, la concepción sobre la imagen varía, por cuanto sus características son coherentes con una escritura que es mediadora del pensamiento. Así las cosas, la imagen no es menos que la escritura, tampoco es un elemento aditivo, pero sí se constituye en un lenguaje potente para la construcción de realidad (Levy, 2004), (Ferrés, 2014).
En este orden de ideas, han sido varias las disciplinas de las Ciencias Sociales y Humanas que han articulado la imagen no solo como objeto de estudio (semiótica, por ejemplo), sino también como dispositivo comunicacional para representar el conocimiento construido. La antropología, a través del subcampo de la antropología visual, ha evidenciado una trayectoria de trascendencia en este sentido; aunque no existe una definición precisa de la antropología visual; lo que sí está claro, es que la imagen ha acompañado la antropología desde que esta se estableció como disciplina a partir del siglo XIX (Flóres, 2000).
Ahora bien, a pesar de que la imagen constituye un lenguaje complejo que se articula con el ámbito de la cultura, también ha sido objeto de interpretaciones reduccionistas, sobre todo cuando se le otorga una función documental.
En este sentido, suscribir la fotografía documental implica aceptar que la imagen fotográfica se constituye en una fiel copia de la realidad (Nieto, 2005). Perspectiva que se sustenta en la idea de que la imagen, al ser capturada por un artefacto tecnológico, no admite la intrusión del punto de vista del investigador 10 y/o fotógrafo; a lo cual Así somos ¡Caribe! se agrega que el carácter objetivo de la fotografía se refuerza con la capacidad de esta para articular y preservar detalles de la realidad, que no son procesados por la selectiva perspectiva del investigador.
A lo anterior habría que agregar que, si la fotografía encuadra a otros seres humanos, esta se constituye en un cruce de expectativas caracterizado por la puesta en escena de estrategias de carácter semiótico y proxémico, por cuanto los fotografiados eligen qué mostrar y cómo hacerlo (Nieto, 2005). En tal sentido, la fotografía es una
construcción que se hace entre fotógrafo y fotografiado, lo cual la acerca más a una lógica de representación de la realidad que de documentación de la misma.
La fotografía como representación de la realidad, ratifica el hecho de que esta no funge únicamente como un elemento que permite evidenciar que el investigador o fotógrafo estuvieron en el lugar de los hechos, sino que se constituye en un modo de trabajo de la investigación social de carácter cualitativo, que permite interpretar la realidad a través de un lenguaje que es coherente con la complejidad simbólica de la cultura (Nieto, 2005). Se posiciona así, la imagen como forma de representación de la realidad.
Teniendo en cuenta lo anterior, afirmamos que la estructura narrativa de este producto multimedia tiene un fuerte componente visual a través de fotografías que dan cuenta de la complejidad cultural del caribe colombiano en sus diversas manifestaciones, mismas que se estructuran a través de categorías como espacio (paisaje cultural), relación gente (interacción de los ciudadanos en los diversos espacios culturales); y relación gente-espacio (prácticas de los ciudadanos en el espacio).
Metodología
Enfoque de la investigación: cualitativo. Al entenderse la imagen como una forma de representación de la realidad, el propósito central de un trabajo de estas características tendría que estar relacionado con la comprensión de los significados emergentes a las imágenes que estructuran la narrativa investigativa.
Fuentes de recolección de la información: primarias. Se encuentran constituidas por las imágenes fotográficas levantadas en diversos sectores de la Región Caribe de Colombia.
Instrumentos de recolección de la información: observación no participante para levantar imágenes a partir de categorías socio-antropológicas; y cámara fotográfica, no en el sentido técnico instrumental de la captura transparente de imágenes, sino en el sentido semiótico de la lente cultural.
Diseño de instrumentos de recolección de la información: para la estructuración de la observación no participante, se tuvieron en cuenta las categorías socio-antropológicas: Espacio, Relación gente – gente, Relación gente – espacio, las cuales permitieron materializar la metáfora de la lente cultural.
Técnica de análisis de la información: se articuló el análisis cualitativo con la perspectiva semiótica. Se realizó un proceso de codificación abierta (análisis cualitativo) tomando, como criterio de filtración, características iniciales, iconográficas y simbólicas de las imágenes recolectadas (componente semiótico). Esto permitió la elaboración de un documento analítico del que emergió una lectura relacional de las categorías identificadas. Para este propósito, se hizo uso de la codificación axial, la cual posibilitó hacer una lectura en clave de intersecciones, tomando como marco de referencia las categorías espacio, relación gente-gente y relación gente-espacio. De este proceso emergieron las siguientes categorías, mismas que se desarrollan en las partes subsiguientes de este producto multimedia: Montería sabor Caribe. Cereté: mercado de culturas. Lorica: entre lo republicano y lo árabe. San Sebastián: alfarería hecha arte. Chinú: entre pieles, diseño y procesos. San Antero: ecosistema renovado. De Tuchín para el mundo. Tierralta: herencia ancestral.
(…) Ser costeño es vivir desde la alegría que nos hace caminar bailando y que
nos permite relacionarnos con franqueza con el otro, reconociéndolo como un
igual a pesar de la diferencia.
Alberto Linero